Lámparas vintage en la Casa de la Portera

Kika me dijo, te voy a llevar a una obra de teatro que te va a encantar. ¡¡Y qué razón tenía!! Lo más increíble no fue la obra en si, Ivanoff, sino el sitio y la atmósfera que se respiraban en ese corral de la portera.

Kika me dijo, te voy a llevar a una obra de teatro que te va a encantar. ¡¡Y qué razón tenía!! Lo más increíble no fue la obra en si, Ivanoff, sino el sitio y la atmósfera que se respiraban en ese corral de la portera.

Otra forma de hacer teatro que desde luego merece ser contada. Quedamos en una esquita de Lavapies, donde no había nada, ni un bar, ni teatro ni nada, solo tres o cuatro personas esperando como yo, y un portal igual que tantos de por allí. Ni un solo cartel ni mención a teatro o similar. Llega la hora del comienzo, se abren las puertas, y pasamos a lo que era en su día la portería del edificio… claro de ahí el nombre «La Casa de la Portera«. Pasamos por el habitual pasillo, mientras esperamos a que nos abran las puertas para pasar a la sala. Mientras esperamos miro para arriba y veo un cielo estrellado, bueno no exactamente, pero es la imagen que recuerdo… lámparas colgantes pequeñas con tulipa de globo con piquitos que hacen que un simple pasillo pequeño e interior, sea lo más bonito de la casa. No se si éstas lámparas vintage de techo son originales o si ha sido obra de la creatividad de los chicos que han transformado la casa de la portera en un escenario, pero lo mismo da, lo importante es el resultado. El resto de la decoración es la de una casa de los años 60 o 70 con todos los elementos rancios y típicos de la época, y que por otro lado me encantan: el papel pintado de las paredes con los estampados recargados o geométricos, alfombras, espejos, plafones con dorados y hojas de acanto, y todos los detalles propios de la época, además de algún detalle que se han currado los chicos del teatro. Nos pasaron a los 20 o 25 asistentes a una habitación donde nos sentamos en una bancada colocada todo alrededor de las paredes, en una habitación que no llegaría a los 20 metros cuadrados, y allí se produjo la sorpresa.

 

Casa de la Portera

 

En el centro de la sala es donde los actores dieron vida a sus personajes, con lo que no sólo estaba en primera fila, sino que podía ver la obra en 360 grados y mirando a los ojos de los protagonistas, como una peli en 3D pero en la vida real. Para el segundo acto, nos reservaron otra sorpresa, porque la fiesta estaba en la habitación de al lado, donde de nuevo pudimos no solo ver, sino sentir mucho más cerca la magia del teatro. La obra en concreto no me encantó, pero me enamoró el concepto. Desde luego, si estáis en Madrid, no perdáis la oportunidad de pasaros por allí, y disfrutar además del pasillo con lluvia de estrellas. Kika, cuando quieras repetimos. La Molona

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